sábado, 25 de diciembre de 2010

Capítulo 12

Andrómeda

Partieron hacia la estación espacial a las 9 AM del siguiente día, Yepsy estaba débil, pero su compostura era sombrosa, pensó Júnior, soportó perfectamente el viaje hacia la lanzadera, aunque durante el trayecto se negó a abrir la boca y no dijo ni una sola palabra hasta que no hubieron llegado a Ceres. Fueron 9 insoportables horas, Júnior casi estuvo agradecido de reunirse en la lanzadera con Toro.

La lanzadera no era más que un enorme espacio al aire libre, una basta llanura en la que una larga pista de rieles magnéticos se iba elevando lentamente por varios kilómetros hasta hacer un elegante arco que dejaba a la nave que se deslizara por ella en una justa posición vertical a varios miles de metros de altura. Era sencillamente asombrosa, aún cuando la contemplaban desde lejos se veía enorme, a Júnior le parecía que debía tener más de 1500mts de altura. Y en efecto así era, la lanzadera del Caribe alcanzaba los 1700mts de altura y se extendía a lo largo de 6km, formando el complejo de lanzamiento espacial más grande de sur del continente americano. Otros varios edificios formaban el complejo, llamado Manto; entre ellos se encontraban varias pistas de despegue y aterrizaje de aeronaves terrestres y de órbitas menores; la Academia Aeroespacial de las Américas, que tenía cede allí, junto a varias bases militares de los diversos componentes; algunos edificios institucionales y gubernamentales; y los complejos civiles y comerciales que se hallaban ubicados a un lado de la primera etapa de la lanzadera y en la entrada norte del complejo, justo antes de las pistas para vuelos terrestres. En total, el Complejo de Manto alcanzaba los 60Km cuadrados, disponiendo de varios terrenos casi baldíos que rodeaban el sur del lugar y que constituían propiedad de los diversos entes militares y gubernamentales de la región.

Se consiguieron a la entrada de la Zona Comercial del Complejo, que constaba de varios edificios de considerables dimensiones y de unas pocas calles en su interior, se accesaba a él por dos formas: mediante la estación de trenes, que llegaba al interior de la Zona Comercial, en la 7ma y última calle, o mediante la entrada para automóviles, ubicada en el extremo contrario, el estacionamiento y el departamento de extranjería estaban el uno junto al otro. Se detuvieron en un lugar llamado El Café de Minks, tomaron una mesa y esperaron, naturalmente Yepsy no quiso tomar nada, así que Júnior se conformó con un Capuchino, el lugar era una amplia sala en el interior del edificio, los ventanales y la puerta eran de un cristal transparente que permitía ver hacia afuera al mismo tiempo que sobre ellos se proyectaba, con una luz que recorría los cristales desde debajo, comerciales y anuncios sobre los productos y otros lugares de la Zona Comercial. Yepsy se entretuvo con un pequeño computador que había traído similar al que Júnior había visto a Frost usar días atrás cuando se reuniera con ella. Prefirió no interrogar a Yepsy por lo que estaba haciendo, así que desvió su mirada hacia la puerta y se dedicó a mirar como entraba y salía la gente, segundos después, el robusto cuerpo de Toro se deslizó hasta dentro del lugar y se dirigió a ellos.

—¡Ya era hora de que llegaras! —Le dijo Júnior en cuanto este hubo tomado asiento frente a ellos, Yepsy ni se inmutó ante la presencia del recién llegado. A su alrededor, la gente iba y venía en un constante bullicio que inundaba todo el lugar.

—Disculpa. —Dijo Toro, sacando un pañuelo y limpiándose un poco el rostro, su frente estaba sudorosa por el calor y sus cabellos largos algo enredados, quizás el viento fuera del edificio se los habría enredado.— Escogieron el lugar más alejado del estacionamiento, así que tuve que caminar, y el sol es muy fuerte por estos lugares, ¡El calor es terrible!

—Nosotros estuvimos a punto de venir en auto, pero preferí dejarlo en casa de un amigo y usar el tren. —Comentó Júnior, dándole un sorbo al café, el aire acondicionado bajaba considerablemente la temperatura.

—¡Hola Yepsy! —Saludó Toro, notando la presencia de la joven, pero esta no dio señales de haber oído nada y continuó sumergida en el computador, Toro miró algo extrañado a Júnior, pero este sólo se encogió de hombros como sin darle mucha importancia a la cosa y le dio el sorbo final a su café.

—Partimos en unos 20 minutos, —Dijo Júnior, en esos momentos estaban transmitiendo unas noticias en el cristal de la tienda, Júnior las miró de soslayo y luego se quedó observando fijamente la tasa de café, como si esperara que de un momento a otro esta se fuera a llenar de nuevo mágicamente, luego sentenció con aire suspicaz:— Esto de la cafeína es adictivo.

Toro le miró alzando la ceja por unos pocos segundos, quizás preguntándose si todos los miembros de la tripulación serían como él, pero prefirió no imaginarse mas cosas y dijo:

—¿Has visto las noticias últimamente?

—Claro que sí. —Respondió Júnior, irguiéndose en su silla.— Por ese motivo estamos partiendo tan rápido. La idea original era irnos en un par de días, pero me pidieron que todo el alto mando de la nave debe estar reunido en Ceres dentro de unas horas, la situación es grave, perdimos a la mitad de un equipo de investigación en Andrómeda, y todo indica que al parecer ellos estaban cerca de algo grande.

—¿Y qué ocurrió? —Preguntó Toro en voz baja, inclinándose sobre la mesa.

—Los mataron a casi todos. —Respondió Júnior casi en un susurro.— Al parecer dieron de frente con los miembros de Orion Chains, pero no lograron detenerlos y la estación Andrómeda Estalló en pedazos. La situación es incierta en el Sistema Solar Exterior, detrás del cinturón de asteroides nada es seguro. Prometeo pidió una reunión inmediata, según el informe que recibí, sugirió la articulación inmediata de la tripulación de El Arca del Diablo, preferiblemente con miembros con ADN de segunda y tercera categoría, la crisis se ha salido del control de la Federación y necesitamos intervenir.

—Necesitarías a una estratega de combate capas de diseñar un plan de ataque en cuestión de minutos. —Dijo toro, mirando la tasa vacía de café de Júnior, su mente viajaba a toda velocidad sopesando todas las posibilidades.— Prometeo no puede guiarnos en todos los pasos. Y necesitaremos múltiples puntos donde podamos escondernos o reabastecernos. ¿Por qué ADN de segunda y tercera categoría?

—Las mutaciones de primer orden son muy inestables. —Respondió Júnior.— Las de segundo y tercer orden, ADN Azul o Naranja por ejemplo, son mucho más estables biológica y psicológicamente. El cambio de gravedades y el ingreso a sistemas diferentes puede traer problemas, las situaciones de presión son impredecibles, Prometeo ofrece predicciones con márgenes de error mayores al 15%. Por eso necesitamos a la estratega. —Agregó señalando a Yepsy con la barbilla. Júnior echó una rápida mirada al reloj de Toro que estaba en su muñeca.— Debemos irnos, no quiero que se nos haga tarde. Yepsy, nos vamos.

* * *

Llegaron a Ceres en 14 horas. Ingresaron en el gigantesco hangar y descendieron tal cual como Frost había hecho, no obstante, el bullicio y el desorden era mucho mayor esta vez, se notaba una enorme tensión en el aire, varios escuadrones armados recorrían el lugar, y muchas naves estaba siendo preparadas: muchas grúas iban y venían cargando cientos de cajas con municiones, pertrechos, provisiones y armamento. Júnior atisbó por todos lados en busca de una nave nueva, distinta, en busca del Arca del Diablo, pero no vio nada fuera de lo común, ni siquiera una nave nueva o algo parecido. Llegaron con un poco de retraso a la escalinata que conducía al puente de mando, desde abajo, se veía a través de los cristales todo el caos que imperaba, al parecer nunca antes habían tenido tanto trabajo. Júnior era quien los guiaba, esta vez no aparecieron los militares, no hacía falta, y quizás estuvieran muy ocupados tratando de controlar todo aquel desorden. Ingresaron al puente de mando, una amplia sala llena con 12 filas de puros computadores, había cerca de 30 operadores de control, todos concentrados en su labor.

Dentro de la Base de Ceres, el Puente de Mando era el segundo corazón de todo el complejo, el segundo lugar mas importante, desde allí se controlaban a distancia los satélites que orbitaban en el cinturón de asteroides monitoreando la región, así como se controlaban las defensas de la base, los radares, la entrada y salida de naves del hangar, todas las actividades inmediatas relacionadas con el puerto espacial y el tráfico eran reguladas desde el Puente de Mando; también está establecido que, en caso de combate, las maniobras de ataque y defensa se dirigen desde allí.

Junior, Toro y Yepsy atravesaron la enorme sala, tropezando a cada momento con asistentes que corrían de un lado a otro, Junior lucía un poco extrañado por tanto ajetreo y tanta actividad, Toro estaba completamente asombrado, no podía creer que tanta gente estuviera involucrado en eso, Yepsy en cambio, se veía de lo más tranquila, completamente indiferente a todo lo que acontecía a su alrededor. Salieron de la sala del Puente de mando ingresando a un pasillo contiguo mediante una de las puertas que estaban a los lados, esta se cerró automáticamente y el silencio fue total, caminaron lentamente a través del pasillo, era largo y había muchas puertas espaciadas a distancias regulares, los ecos de los pasos resonaban secamente en el pasillo.

—Prepárense todos. —Dijo Júnior de pronto, rompiendo el silencio, de soslayo vio como Yepsy respingaba del susto al oírle hablar repentinamente, con dificultad reprimió una sonrisa.— En esta reunión decidiremos el curso de nuestras acciones inmediatas. Se supone que debería haber reunido a toda una tripulación, pero aún nos faltan dos pasajeros más de combate e infiltración que recogeremos en la tierra. ¿Yepsy?

—Descuida. —Respondió ella.— Tengo otros dos candidatos más que podrían interesarte. Además, en el viaje estuve diseñando varios planes y algunas estrategias de combate mientras estudiaba toda la geografía de los sistemas de la federación y su distribución espacial, tengo un par de planes de batalla que espero se adelanten a los planes de Prometeo.

—¿De quién? —Preguntó Toro de pronto.— Disculpen, es que llevo rato escuchando hablar de ese tal Prometeo y aún no sé quién es.

Júnior y Yepsy cruzaron miradas momentáneamente y luego se detuvieron, Júnior apoyó la mano en una de las puertas, pero esta no se abrió. Sin embargo, fue Yepsy quién habló.

—Prometeo no es una persona. —Respondió Yepsy, mirando a Toro.— Es una especie de súper computadora. No, es más que eso, es toda una red súper computadoras interconectadas entre si y que comparten sus núcleos actuando como si fueran una sola. Lo llamamos el Dogma Central, el procesador maestro que controla todos los núcleos. Esa red de núcleos adosado al Dogma Central es lo que ha sido llamado como Prometeo. Es más rápida de lo que puedas imaginar, es capaz de predecir el futuro con un margen de incertidumbre directamente proporcional a la excursión de tiempo que se realice y a la cantidad de variables que intervengan.

—¿Puede predecir el futuro? —Preguntó Toro asombrado, mirando de Júnior a Yepsy como si estos le estuvieran tomando el pelo.

—Podría decirse que sí, por eso lo llamamos Prometeo: es el fuego que ilumina nuestro camino. —Continuó Yepsy.— Sus predicciones no siempre aciertan, pero puede decirse que la mayoría de las veces da en el blanco. Júnior, entremos de una vez. —Dijo dirigiéndose a Júnior, quien presionó un poco más sobre la puerta haciendo que esta se abriera automáticamente.

Todos entraron a otra sala, de un inmaculado color blanco, en la que solo había una inmensa mesa redonda con muchas sillas a su alrededor; solo habían cinco personas más: Frost, Winer, un chico de mediana estatura y de cabellos largos que vestía una camisa negra, una chica de lentes y largo cabello negro, y finalmente un militar, que era uno de los que había acompañado a Frost cuando ella hubo arribado a Ceres. Los recién llegados tomaron asiento en la mesa, que era también de un blanco brillante que le devolvía un reflejo distorsionado por el metal. Había una ventana, bastante grande, en el otro extremo de la habitación, una vista del oscuro y negro espacio plagado de estrellas inmóviles se colaba por ella hacia el interior de la habitación. Salvo por la mesa y sillas, no había ningún otro inmueble.

—Señor, —Dijo Júnior, tomando la palabra una vez estuvieron todos sentados.— He traído aquí a los designados por Prometeo para los puestos de Capitán y Estratega de equipo. —Señaló a Toro y a Yepsy.

—Perfecto. —Respondió el militar sin mayor ceremonia.— Bueno, creo que debemos saltarnos el protocolo en vista de la situación, todos ustedes se conocen, en su mayoría. Tengo entendido que ustedes conocen a Frost y a Winer, pero no a estos dos, —Dijo, señalando a las otras dos personas, el muchacho y la chica de lentes,— este es Yoi, piloto de combate y ella es Nathalia, operadora y técnico de sistemas de control. En cuanto a mi, mi nombre es Juan, Juan René, y estaré a cargo de las misiones de El Arco del Diablo desde aquí en Ceres, o desde alguna de nuestras bases en la Federación, soy su responsable. Antes que nada, me parece que debo informarles de la situación “oficial”. La Federación, que extiende sus dominios en los sistemas de Júpiter y Saturno, se ha declarado en crisis, en particular se ha declarado en guerra contra una organización paramilitar llamada Orion Chains, ellos no lo saben, pero esta organización, según nuestros informes, tiene sus bases en el sub-sistema de Saturno y en los alrededores de la República de Neptuno, una nación independiente de la Federación, casi tan poderosa como ella y muy peligrosa.

—Espera, espera. —Dijo Junior, interrumpiendo de pronto.— ¿Las bases de Orion Chains están en Neptuno?

—Así es. —Respondió Juan René.

—¿Y como es que no nos hemos dado cuenta antes? Es decir, la república de Neptuno debió de haberlo notado. —Dijo Yoi, interviniendo también.

—La situación es complicada, —Respondió Juan René con pausa y hablando lentamente,— ¡Computadora, dame un mapa del sub-sistema de Neptuno! —Ordenó, e inmediatamente, en la mesa apareció un enorme holograma que proyecto la orbita de Neptuno y luego un acercamiento hasta el planeta.— Por aquí, en alguno de los alrededores, quizás entre alguno de los satélites o entre los diminutos anillos, se ocultan sus principales bases, la Federación tarde o temprano se enterará, pero es posible que la república los niegue.

—No entiendo, —Dijo Toro.— ¿Por qué habrían de negarlo?

—Porque Neptuno apoya a Orion Chains. —Dijo Yepsy. Todos hicieron silencio y se le quedaron mirando, ella a su vez les devolvió la mirada alzando la ceja izquierda con suspicacia, aunque sonrojándose un poco.— ¿Qué? Es sólo una hipótesis, y la más probable quizás.

—Bueno… —Dijo Juan René, mirándola a ella ya Frost alternativamente.— Señorita estratega, digamos que su hipótesis coincide con algunos de nuestros indicios. Al llegar aquí, la señorita Frost, Jefe de Operadores, decidió tomar parte en las investigaciones y programó una pequeña operación en Neptuno que, dada la ubicación de nuestros agentes, obtuvo muy buenos resultados en unas pocas horas. Al parecer, existen algunos nexos entre varios miembros del gobierno en Neptuno y varios presuntos agentes de Orion Chains. Nada es definitivo aún, pero ya nos hemos puesto sobre una pista, en todo caso, vamos a lo que nos importa, los he reunido aquí para darles su primera misión: infiltrarse en el territorio del sub-sistema de Neptuno, hacer la labor de inteligencia necesaria, detectar la ubicación de las bases, y destruirlas. Tienen dos meses para llevar a cabo esa misión antes que la situación en la Federación empeore.

—¿Por qué es tan importante detenerlos antes que eso pase? —Preguntó Winer.— Es decir, que podría pasar si fallamos.

—Prometeo no da respuestas para esas interrogantes. —Respondió Nathalia,— Las sugerencias de Prometeo son evitar a toda costa la intervención de Neptuno en la guerra por cualquier motivo, de lo contrario, las variables de control escapan a la capacidad de predicción de Prometeo, la incertidumbre se hace superior al 40% para ese caso.

* * *

Estaban sentados en la mesa, Gabriela se veía muy ofuscada, Deibys no podía culparla, todos sus planes se habían venido abajo, la verdad no encontraba palabras para calmarla, aunque vista la situación parecía estar mas preocupado el por ella que ella por lo que estaba ocurriendo. Eran cerca de las 8 de la noche y el había preparado un par de limonadas y se las habían tomado con un poco de hielo para calmar el calor que les había invadido durante el viaje. En esos momentos estaban como hipnotizados viendo la televisión, las noticias eran impactantes. El canal mostraba las imágenes terribles de una gran explosión en la pantalla, dividida a dos, en la otra mitad se observaban lo que parecían ser violentas trifulcas callejeras entre multitudes, mucho humo, fuego, caos total.

El sub-sistema de Saturno, cuya cede principal es Titán, se ha declarado en estado de excepción. —Decía el comentarista en la TV.— Luego del violento y atroz atentado que acabó con la Estación Espacial Andrómeda, una poderosa explosión que redujo a escombros todo el lugar, el caos se ha trasladado a Titán, en donde se han producido varios saques, protestas y peleas callejeras, en vista de la situación, si bien ningún grupo se ha adjudicado aún la destrucción de la Estación espacial, la Federación le atribuye a Orion Chains toda la responsabilidad por los atentados; En el Ministerio, en Ganímedes…

Deibys apagó el televisor, no soportaba seguir oyendo nada de eso.

—Esto no es juego Deibys. —Dijo Gabriela de pronto.— En serio… él tenía razón… esto seguro acabará en una guerra o algo así… ya todo se echó a perder.

—¿Él? —Preguntó Deibys, la sala del comedor era pequeña, pero cabían perfectamente cuatro personas en total comodidad, era fácil iluminarla y se hallaba bien en este aspecto.

—Alguien que conocí estando allí. —Respondió ella, hablaba sin la más mínima inflexión en la voz, y pronunciaba con lentitud las palabras.— Él estaba metido en todo eso… en todo eso de la guerra, él sabía que estas cosas iban a pasar, intentó advertirme… él fue quien me dijo que saliera, que huyera, que me fuera y no volviera… y le hice caso…

—¿Conociste a uno de esos terroristas? —Pregunto Deibys asombrado, mirando a Gabriela casi con incredulidad. Ella no respondió, él tampoco acababa de creérselo, y la verdad no quiso preguntar en ese momento. Bajó su mirada y la centró en sus manos, las observo largamente, nunca supo por cuanto tiempo, solo estuvo allí, mirándose los dedos, las palmas, contemplando cada figura, hasta que el teléfono sonó.

—Computadora, pon la llamada a la pantalla del salón. —Ordenó Deibys, miró hacia el frente y en la pantalla apareció el rostro de familiar de Paola, iba acompañada de alguien más, un chico, vestía extraño, pero no pudo definir nada con detalle, la imagen no era muy buena.

—¿Deibys? —Dijo Paola. Deibys notó como Gabriela miró a la pantalla y se le quedó viendo fijamente.

—Sí, soy yo, ¿qué ocurre? —Dijo Deibys, caminando hasta la pantalla y poniéndose enfrente de ella.

—Necesito un favor tuyo, es urgente. —Respondió Paola.

—¿Qué es?

—¿Crees que puedas dejar a este chico quedarse en tu casa un par de días? —Dijo Paola señalando al chico que tenía detrás.— Se llama Fényx, proviene de Andrómeda, ya sabes lo que ocurrió allí, yo estoy horita en Fobos, en Marte, he venido hasta acá a buscarlo, eso es todo un desastre, ¡por favor ayúdame! Sólo serán unos días, quizás dos o tres.

—Pero…

—¡Por favor!

—Es que…

—¡Gracias! ¡Gracias! —Dijo Paola emocionada.— ¡Sabía que no dirías que no!

—¡Pero yo no he dicho que…!

—¡En serio, te lo agradezco mucho! —Continuó Paola, interrumpiendo a Deibys.— Llegaremos en unas 27 horas, hay que hacer una escala. ¡Adios!

Y la llamada se cortó. Deibys se quedó mirando fijamente al monitor que mostraba el mensaje “Fin de la transmisión” en letras blancas sobre un fondo negro.

—¡Que bien, convertiré esta casa en hogar para refugiados de guerra! —Dijo en voz baja, luego se arrepintió por haberlo dicho, había olvidado que Gabriela estaba allí, se dio vuelta dispuesto a disculparse, pero ella ya no estaba allí.— ¿A dónde diablos…?

domingo, 19 de diciembre de 2010

Capitulo 11

Revelación III

—Esta es la situación, —Explicaba Gabriel, estaban sentados en un apartamento abandonado, a lo lejos se oían las sirenas y los anuncios en el arto parlante que resonaban por toda la estación pidiendo la evacuación, se encontraban en el nivel 5 en esos momentos, una de las regiones en donde los disparos y enfrentamientos habían sido más violentos, y por tal motivo estaba desierta por completo. Era, en voz del gobierno de la Federación, territorio controlado por los subversivos.— La estación será destruida en aproximadamente 3 horas o 4, no lo sé.

—¿Destruida? —Preguntó Marilyn asombrada, el apartamento en donde se habían ocultado contaba con unos pocos muebles, ninguna decoración en las paredes, y unas ventanas que habían cerrado al entrar, por precaución.— Pero, ¿A quién diablos se le ocurriría hacer eso? ¿Quieren iniciar una maldita guerra o qué?

—Me temo que eso es lo que quieren. —Respondió Gabriel, entre sus manos sostenía el fusil de asalto, un arma de alta precisión, la había robado a uno de los miembros de Orions Chains, y mientras hablaba, la observaba con mucho detalle, estudiándola.— Nada más mira este fusil, detrás de esto hay alguien con mucho dinero, ¡Esto es de fabricación neptuniana!

—¿Quiénes son los que están metidos en todo esto por fin? —Preguntó Marilyn, recordando el informe que le había dado Tertius, el otro agente encubierto que se hallaba operando en la estación.— No he podido ver las noticias ni nada parecido, y los responsables aquí no quisieron darme nada de información, solo me ordenaron sacarte de aquí, o matarte si era necesario.

—Es un grupo terrorista, se hacen llamar Orion Chains. —Respondió Gabriel poniéndose de pié y caminando hacia las ventanas, estaban cerradas y unas persianas metálicas, de un poco agradable color ocre, las cubrían impidiendo que se viera el interior de la habitación; Gabriel abrió una rendija en ella con sus dedos y atisbó la calle desierta mientras hablaba.— Aún no sé hasta donde están metidos, quienes son, o de dónde salieron, pero llegaron aquí hace dos meses, he estado desde entonces intentando infiltrarme, ¿Recuerdas a los mafiosos del puerto comercial de la estación? Los tenían sobornados, y a sus espaldas, sin que ellos supieran, colaron el armamento. Logré llegar hasta allí, pero nunca pude ver nada de explosivos.

—Espera, espera. —Dijo Marilyn, incorporándose y mirando a Gabriel.— Fényx, ¿Tú te infiltraste en Orion Chains?

—Así es. —Respondió Gabriel llanamente, mirando fugazmente a Marilyn y luego volviendo a su tarea de vigilancia de la calle.— Me infiltré, y estuve a punto de entrar en la sección encargada del atentado, pero alguien me descubrió. Aún no lo entiendo, no sé cómo lo hicieron, pero lograron descubrirme, y apenas y pude escaparme. Desde hace una semana, he estado huyendo de ellos, no ha sido fácil, y han estado a punto de atraparme varias veces. Creo que he tenido suerte.

Marilyn le miró, estaba tenso, observo como sus manos se movían inquietas por el cañón del fusil. Ella volvió su mirada al sillón, meditó un rato en lo que le había dicho, luego se sentó de nuevo en la silla. Fenyx abandonó su puesto en la ventana y volvió al sillón, extrajo una pequeña pistola de su cinturón y la destrabó. Marilyn le miró sorprendida, preguntándose por sus intenciones, pero imaginándolas claramente, Fényx le devolvió la mirada desde detrás del cañón de la pistola, fría y calculadora.

—¿Qué crees que estás haciendo? —Le preguntó Marilyn con deliberada calma, pronunciando las palabras muy lentamente.

—No puedo irme contigo. —Respondió Fényx lacónicamente, mientras jugaba con el arma, pasándola de una a otra mano sin apartar su mirada de Marilyn.

—Tengo ordenes de llevarte conmigo a la nave o… —Dijo Marilyn, pero fue interrumpida bruscamente por Fényx.

—O matarme. —Completó este tajantemente, y deteniendo el jugueteo con el arma, lentamente apuntaba a Marilyn con ella mientras hablaba.— No puedo ir. Sé cosas. He visto cosas aquí. Sé demasiado. Tertius es un traidor.

—¿Tertius un traidor? —Saltó Marilyn, hablando en voz baja, casi en un susurro, pero con un tono de perplejidad en sus palabras, como si creyera que Fényx se hubiera vuelto loco de repente.— ¿De qué demonios estás hablando?

—Es un agente doble, Junius. —Respondió Fényx, gesticulando con ademán sus palabras.— Fue Tertius quien me delató, sólo él sabía qué era lo que estaba haciendo, sólo a él le entregué informes detallados de todo lo que averiguaba, pero cuando estaba a punto de conseguir información crítica, ¡Entonces me descubren! ¡Qué oportuno!

—Pudo haber sido simple casualidad, Fényx. —Argumentó Marilyn, intentando entender lo que su compañero le explicaba, era una teoría demasiado paranoica para ser verdad.— Quizás te siguieron, o ya estaban al tanto de nuestra presencia aquí, ¡Y por el amor de dios, deja de apuntarme con esa maldita cosa!

—¡A la mierda con Dios! —Replicó Fényx exasperado con un furioso ademán, recordando todo lo que le había acontecido, las persecuciones, la emboscada en la casa de Gaby, el atentado a las estaciones del ejercito.— Sólo Tertius lo sabía, y además, tu sola presencia aquí confirma que Tertius es un traidor, el no solo te envió a rescatarme, te dijo que me mataras para “preservar la información”, solo uno puede regresar en esas malditas capsulas. Tertius es un agente de Orion Chains, y voy a averiguar quien demonios es en realidad Tertius, voy a saber su identidad secreta. Ya sé cual es tu verdadero nombre Junius, ya lo verás. Lamento todo esto, pero no puedo ir con ustedes. Me quedaré en Andrómeda. Tienes 4 horas para salir de aquí, ve al nivel que te indicaron y busca la capsula, yo intentaré detener esto. Si te preguntan, di que me mataste, lo creerán.

Fenyx se puso de pie y se marchó enseguida, un fuerte portazo le indicó a Marilyn que se encontraba sola en la habitación. Miró hacia el frente, el muy estúpido había dejado el fusil sobre la mesa.

* * *

Era el último lugar al que quería ir, pero allí fue. La casa se hallaba a las afueras de la ciudad, tenía un aspecto realmente antiguo, y definitivamente parecía abandonado, Junior no creía sinceramente que ella pudiera vivir allí, pero los informes no podían fallar, y ella nunca había sido de las que se esconden muy bien a decir verdad.

Era la única construcción en kilómetros, y una larga cerca de metal con pilares de concreto la separaban del camino, el interior estaba lleno de arbustos mustios y pálidos, era verano, y el clima hacía que toda la vegetación presentara un aspecto escuálido y polvoriento. A lo lejos, a unos cuatrocientos metros, en la cima de una poco pronunciada colina, se elevaba la casa, de unos dos pisos, unos corredores a los lados y un techo de tejas con varios agujeros de considerable tamaño. Junior apagó el auto, bajó de él y luego abrió las inmensas verjas de hierro(unas vulgares rejas sin ninguna clase de ornamentación y de aspecto oxidado y viejo). La ascensión hasta el pórtico de la casa no tuvo nada de emocionante, a su lado, a medida que se acercaba, notaba algunos desperdicios de basura de dueños anteriores. Al llegar a la casa ingresó en el sucio corredor, lleno de polvo, pero al menos en mejor estado que como se veía desde lejos, y tocó la puerta.

—¡Yepsy, sal! Sé que estás allí. —Dijo Junior en voz alta. Pero no hubo respuesta, Junior contempló los alrededores, preguntándose si de verdad viviría alguien allí, quizás si estaban equivocados los informes de Prometeo después de todo. Estaba a punto de irse cuando oyó un ruido en el interior, como si algo de cristal se hubiera roto contra el suelo, y mas tarde escuchó los pasos. Llamó de nuevo: — ¿Yepsy?

Por toda respuesta la puerta se abrió ante él y una chica, baja de estatura, de tez morena y cabellos largos, le devolvió la mirada desde unos ojos oscuros con penetrante interés.

—¿Qué haces aquí? —Fue lo único que atinó a decir.

—Me han enviado a buscarte. —Respondió Junior lacónicamente, le miró con detalle, los cabellos largos, las ojeras(debía tener varios días sin dormir), sus manos temblorosas, se preguntó que habría pasado en todo este tiempo.

—Creí que habías muerto… —Dijo ella, su voz carecía de toda emoción, sus ojos estaban vacuos de todo sentimiento.— No te creí capaz de sobrevivir aquella vez.

—Yo también pensé que ustedes habían muerto. —Dijo Junior a su vez.— ¿Qué te pasó?

—Estoy muriendo… sólo eso… —Respondió Yepsy brevemente, sólo entonces notó Junior los vendajes que cubrían su torso y sus muñecas manchadas.— ¿Te quedarás allí afuera? ¿No pasarás?

—Vine a buscarte, ya te lo dije. —Respondió Junior a su vez.— Aunque supongo que debo convencerte de nuevo.

—¿Para qué demonios me quiere Prometeo? —Replicó Yepsy, tosiendo seca y brevemente.

—Necesitamos a una estratega. —Le informó Junior, acercándose a ella. La tomó del brazo y la condujo dentro de la casa, caminaron unos pocos pasos hasta llegar a una sala, dentro estaba mucho más limpio y hacía menos frío, ambos se sentaron en unos muebles, pequeños pero bastante cómodos, que constituían el mobiliario de la salita junto a una pequeña mesa y un par de lámparas.— El Arca del Diablo está lista. Frost será la Jefe de Operadores, Toro el Capitán, esto será distinto que en el Atlas.

—Eres un ingenuo. —Le respondió Yepsy, las manos comenzaban a temblarle de nuevo, así que se las estrechó con sus propios dedos para contenerse.

—¿Un ingenuo? —Replicó Junior, sin entender muy bien, definitivamente algo grave había ocurrido.— No te entiendo, ¿Por qué lo dices?

—El problema no es El Arca del Diablo. —Le respondió Yepsy, sacó unas vendas y comenzó a vendarse las muñecas ella misma, unas manchas negras, como si fueran quemaduras, y un par de cicatrices en las palmas de sus manos, saltaron a la vista de Junior, pero este no dijo nada. Yepsy continuó:— Hay un arma en esa nave, que es la más terrible de todas, Prometeo la llama El Arco del Diablo.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Capítulo 10

En la mira

El encuentro tuvo lugar en una callejuela de la estación Andrómeda, por unos momentos, Marilyn pensó que había llegado demasiado tarde, pero unos gritos y un par de disparos le indicaron que aún existían posibilidades de cumplir la misión, se detuvo a una calle de distancia y se ocultó en el interior de un pequeño Café, toda esa región estaba desierta ya, el caos era total en la estación espacial, no obstante, a pesar de los diversos combates(que Marilyn aun no se explicaba, para empezar ¿Quién diablos combatía con quién?), no se había iniciado aún la evacuación. Se asomó y miro desde el filo de la pared, dos hombres estaban apostados en la esquina disparaban hacia la otra calle, pronto oyó disparos en respuesta, estaba a punto de moverse cuando una ruidosa explosión retumbó por todo el lugar, miró hacia el otro lado y escuchó disparos de nuevo, gritos y algunas ráfagas de ametralladoras, a lo lejos, a unas 6 o 7 calles, un vehículo de la policía acababa de explotar y alguien les seguía disparando. Un combate en un lugar como ese era toda una locura, definitivamente el que dirigía esa operación no estaba en sus cabales.

—¡Todos por aquí parecen haberse vuelto locos de la noche a la mañana! —Se dijo, mientras sacaba su arma, una pequeña y practica pistola, silenciosa y mortal, la cargaba y se volvía a asomar al borde de la pared.— Me arrestan por unos días y el mundo entra en caos, ¡Perfecto!

Apuntó su arma y disparó al primer hombre, la bala atravesó limpiamente el cráneo y el sujeto cayo inerte al suelo sin que su compañero lo advirtiera. Lentamente, con deliberada calma, apuntó al otro, su mirada fija en las sienes del hombre, que a su vez estaba apuntando y disparando hacia la otra calle. Pero de pronto, todo se volvió un caos, un temblor terrible sacudió a toda la estación, las luces fallaron por unos escasos segundos y luego volvieron, ella aprovechó y disparo el resto del cartucho, pero no apuntó bien y no supo si dio en el blanco, pero acto seguido, una ráfaga de ametralladora barrió toda la boca calle y unas balas casi le dan a ella, se cubrió a tiempo para ver como el hombre que quedaba caía al piso con el pecho destrozado por la metralla. Luego todo se volvió silencios, el otro combate, a 6 calles de ella también parecía haber llegado a su fin.

—¿Pero qué demonios fue eso? —Se preguntó, mientras recargaba el arma, se cubrió con la pared, comenzaba a dudar que Fenyx estuviera al otro lado de la calle, si bien los hombres que había matado estaba segura que no trabajaban para el gobierno de la Federación, lentamente se dio vuelta y se asomó al filo de la pared de nuevo. Lo primero que vio fue el cañón del fusil que estaba, literalmente en su nariz. Lentamente, con una calma que incluso a ella misma le asombraba, subió la mirada y contempló al propietario.

—¡Fényx! —Exclamó al verle.

—Si tu eres el rescate, quiere decir que estamos realmente escasos de personal. —Respondió este con voz sarcástica.

* * *

Frost ingresó a Ceres a las 17 Horas(según el horario marciano, que regía allí). Ceres es considerado el objeto más grande en todo el cinturón de asteroides, y es muy difícil de localizar debido a su orbita inestable, y el acceso es aún mas complicado, puesto que se haya rodeado siempre de una interminable cantidad de escombros espaciales, había sido abandonada como colonia espacial siglos atrás. Descendió al Hangar en cuanto llegó con la carta de recomendación de Junior, no obstante el recibimiento no fue tan grato como ella esperaba.

El hangar era sumamente amplio, debía tener unos 8 kilómetros cuadrados, un complejo techado y presurizado de esas dimensiones sólo existía en las colonias de la Federación y en la Luna, había alrededor de 40 naves de toda clase en el hangar, al mirarlas en detalle reconoció que no había visto antes ningún modelo parecido. Dos hombres, vestidos de uniforme militar, se acercaron a ella. Eran altos, de tez morena, cabello negro y una recia compostura, le saludaron con aire marcial y le condujeron al interior de la colonia. Winer se quedaría en la nave, según le habían informado, pues necesitaban hablar con ella en privado.

—¿A que se debe todo esto? No es justo, el debería venir. —Protestó Frost, mientras intentaba seguir el paso de los dos militares, cuyas largas piernas les permitían cubrir un mayor trecho en cada zancada, a su alrededor, el bullicio del hangar era sorprendente, al parecer, estaban haciendo los preparativos para el despegue de varias naves y todo el recinto resonaba con las ordenes y gritos, las conversaciones y el ruido de las maquinarias.

—En la carta que recibimos, —Comenzó a explicar uno de ellos,— se nos informó que usted sería la jefa de operadores de el Arca del Diablo, su historial es satisfactorio, su expediente genético ha demostrado ser el indicado según las perfiles de Prometeo y además lleva una carta de recomendación del capitán.

—¿De quién? —Preguntó ella sorprendida, deteniéndose en mitad del hangar y mirando a los dos militares.— Esperen, ¿Junior es capitán?

—Así es, —Respondió el otro militar,— es el capitán del Atlas, una de nuestras mejores naves, aunque pronto será trasladado al Arca del Diablo, su rango allí aún está por decidirse.

—¡Y el muy estúpido nunca invitaba una cerveza cuando se lo pedía! —Le reprochó Frost en voz baja.

—¿Disculpe? —Dijo el militar, mirándole intrigado, aunque algo divertido.

—No es nada, continuemos. —Respondió Frost, emprendiendo la marcha, estaban llegando al puente de mando del Hangar, un edificio con enormes ventanales y de aproximadamente dos pisos adosado a la pared de metal del hangar. Una escalera ancha los condujo hasta el primer piso.

—Quizás no se haya enterado, —Explicó el otro militar, mientras comenzaba a subir la escalinata,— en el viaje no fue posible la recepción de señales de radio externas, así que no escuchó las noticias, pero la crisis ha estallado en la Federación, con un atentado terrorista en Europa. Un supuesto grupo paramilitar llamado Orion Chains, se ha adjudicado el ataque. Pero eso no es todo, el gobierno de la Federación ha hecho un gran esfuerzo por silenciar lo que está ocurriendo en Andrómeda.

—¿Qué sucede en Andrómeda? —Preguntó Frost inmediatamente.

—Nuestros agentes han sido expulsados de la estación espacial, ha habido fuertes tiroteos, y la policía ya no puede contener la situación, se espera el arribo del ejercito en unas 72 horas, pero tememos que para entonces ya sea tarde. —Respondió el militar, luego se detuvo en mitad de las escaleras y dijo a Frost.— Hasta donde sabemos, de acuerdo a los informes de Junios, una de las pocas agentes que sobrevivió, planean hacer volar la estación Andrómeda completa.